En el 2020 todo ha sido atípico pero las mareas siguen su curso, las aguas del mar continúan bañando las costas alrededor de todo el mundo y las grandes olas conservan su embrujo: encantadoras y aterradoras.
Hacer una lista de los parajes que logran quitar el aliento de los surfistas, aquellas que llenan sus almas de temor y los incitan con su tamaño, su fuerza y el reto que encuentran en dominarlas exitosamente despertaría agitadas discusiones buscando acuerdos.
Muy seguramente entre las candidatas encontraríamos playas de Australia, Estados Unidos y Tahití. Sin embargo en los últimos años las costas de Portugal han ganado relevancia y popularidad en la comunidad de surfistas. En 2011 el hawaiano Garrett McNamara puso a Nazaré en el radar al obtener el récord mundial de la ola más alta en ser surfeada hasta el momento, reconociéndole la conquista de una montaña acuática de 78 pies.
En todo caso, no es solo la altura medida en pies lo que lo motiva a la vez que hiela los corazones de los atrevidos surfistas que se aventuran en la conquista de las grandes olas sino también la potencia de las corrientes, las condiciones geográficas, climáticas y la fauna presentes en estos parajes de ensueño.
Pesadillas y peligros
Un día de sueño en un spot de olas grandes puede convertirse rápidamente y sin previo aviso en una secuencia de pesadillas para los surfistas que se aventuran en sus aguas buscando conquistar estos monumentos naturales.
Hablemos de Shipstern Bluff, este gigante australiano se ha ganado el respeto de la comunidad del surf y con mucha frecuencia es reconocido como el protagonista de sus pesadillas. Se trata de un spot ubicado en el sureste de Australia específicamente dentro del Parque Nacional de Tasmania.
Allí emerge un monstro marino de hasta 30 pies de altura –unos 10 metros, el equivalente a un edificio de cuatro pisos– que moviliza hasta 300 toneladas de agua –el peso de 15 camiones o 300.000 kilos– que además posee una extraña formación interna que la hace aún más peligrosa.
El túnel que forma el mar al doblarse sobre sí mismo en las costas de Tasmania presenta formaciones internas conocidas como “The Step”, estos escalones hacen de las olas de Shipstern Bluff un viaje difícil y salvaje que separa sin piedad a los que no son dignos de ganarse la gloria de montarlas.
Fallar en el intento de conquistar una ola en Shipstern Bluff no solo sumerge al surfista en las aguas gélidas provenientes del Polo Sur –con temperaturas promedio de 12°C– bajo el peso aplastante de sus 300 toneladas, sino que lo expone a otros elementos que le ponen la cereza a este pastel de terror.
Dos factores se combinan, por un lado se encuentra el peligro de ser arrastrado contra los arrecifes o azotado contra las formaciones rocosas que se encuentran muy cerca del rompiente –un riesgo habitual que asumen los surfistas de todo el mundo. A esto se le suma la presencia de depredadores marinos en la zona: focas, orcas y tiburones son parte de la fauna de la zona. Si bien no se han registrado ataques a surfistas, los especialistas consideran como “moderado” el riesgo de un encuentro.
Toma unos pocos segundos pasar de la gloria al terror y la experiencia de los surfistas Rodrigo Koxa y Andrew Cotton son un ejemplo. En ambos casos el paraje de esta pesadilla fue Praia do Norte en Nazaré en las costas de Portugal.
En diciembre de 2014 el surfista brasilero Rodrigo Koxa –Récord Guinness por la ola más alta jamás surfeada– sufrió un accidente donde casi se ahoga en la zona de impacto. El 8 de noviembre de 2017 el británico Andrew Cotton fue expulsado de la ola en un wipeout, afortunadamente el accidente no fue fatal, sin embargo le provoco una lesión en la espalda que lo mantuvo alejado de las olas. En ocasiones las pesadillas y la gloria se entremezclan, el accidente de Cotton fue en la misma jornada que Koxa logro el Récord Guinness.
Conquista y gloria
En noviembre de 2018 –solo un año después de su accidente– Cotton volvió a tomar su tabla y obtuvo la gloria logrando completar su hazaña sobre una ola en Praia do Norte como recompensa a su valor, su constancia y su trabajo duro para ponerse nuevamente de pie.
Nazaré no ha parado de dar gloria a los valientes surfistas que logran domarlas y en 2020 no fue diferente. En esta ocasión le tocó el turno al surfista hawaiano Kay Lenny quien se hizo merecedor del XXL Biggest Wave Award de la temporada 2019-2020 al montar una ola de 70 pies equivalentes a 21 metros de altura. Este premio le brinda el reconocimiento de la comunidad de surfistas y de los fanáticos además de una suma de $15.000.
El hito de los 100 pies aún sigue sin ser oficialmente conquistado, sin embargo el surfista portugués Hugo Vau está en espera de la certificación de una ola montada el 17 de enero de 2018 que lo haría merecedor del Guinness destronando al brasilero Koxa, con una gigante de 114 pies equivalente a 35 metros de altura.
En todo caso Nazaré conserva el Récord Guinness de poseer la ola más alta jamás surfeada, título que actualmente pertenece al surfista brasilero Rodrigo Koxa. Esta marca fue obtenida sobre una ola de 80 pies equivalentes a 24,38 metros de altura surfeada en noviembre de 2017.
El secreto de las olas gigantes
A pesar de que se trata de un spot de impresionante belleza y nos regala unas postales que quitan el aliento la clave de las grandes olas de Nazaré se encuentra fuera del alcance de la vista, bajo la superficie del agua.
Escondido a pocos metros de la orilla inicia el Cañón de Nazaré que se extiende hacia el océano por 200 kilómetros, posee una profundidad que va desde los 5.000 metros hasta un mínimo de 200 metros en la costa. El cañón forma una especie de embudo que empuja la corriente y la comprime progresivamente a medida que avanza hacia la parte más estrecha del embudo justo frente a la costa de Praia do Norte.